--En ese momento se escucha que tocan la puerta y Doña Josefa se asoma por la ventana.
Doña Josefa: ¡Por Dios, es Leopoldo! Y mira qué bellas flores le ha traído a María Amparo, ¡¿Ya viste el carruaje que la espera?! Seguro viene a llevarla de paseo y muy probablemente ¡A proponerle matrimonio! ¡Ay! mi hija podrá estar llena de lujos.
--Doña Josefa llama a Carmelita, su criada, para que le abra la puerta a Leopoldo.
Doña Josefa: ¡Carmelita! Apúrate a abrirle a Leopoldo y que espere en la sala.
Carmelita: Sí señora, como usted diga.
--Carmelita se dirige a la puerta y hace pasar al joven Leopoldo a la sala, retirándose de nuevo de la escena.
Doña Josefa: ¡María Amparo ven aquí! Espero estés arreglada como te he enseñado hija mía, sabes que una mujer siempre debe verse bien compuesta, mostrando la buena educación que tiene, la honestidad y la clase a la que pertence.
María Amparo: Madre, estoy arreglada tal como usted me ha enseñado, ¿Qué pasa?
Doña Josefa: ¡Leopoldo ha venido a visitarte y está encantador! A ver, déjame verte
--Josefa revisa a su hija de pies a cabeza y alisa un poco su cabello aunque no lo requería, su madre quiere que María Amparo se vea perfecta para el prospecto y le da un pequeño sombrerito que compró en el Palacio de Hierro, el almacén, que había abierto sus puertas hace algunos ayeres, en 1891.
Doña Josefa: Estás preciosa, ¡Ay pero esos ojos llorosos!, ve a lavarte la cara para que no se note que has llorado por la discusión con tu padre. No te preocupes hija mía, todo saldrá bien, sabes que siempre estaré aquí para ti y tu tío Andrés también te apoyará.