3. Un paseo con Leopoldo
--En ese momento María Amparo se dirige a la sala acompañada de Carmelita, ahí ya las esperaba Leopoldo y, para sorpresa de María Amparo, lo encuentra radiante, con un hermoso ramo de flores que le obsequia con toda gracia, mientras le indica con un gesto que mire por la ventana para admirar el carruaje en el que pasearán esa tarde.
María Amparo, con el corazón acelerado y ruborizada, sale junto con Leopoldo y Carmelita hacia el fino carruaje del joven hacendado mientras hace un esfuerzo por ocultar su impresión. Camina derecha, despacio y con gracia hasta el carruaje donde Leopoldo ayuda a subir a las damas como todo un caballero.
María Amparo se sienta siempre derecha, cuidando que su vestido no se arrugue, su postura es la de toda una dama privilegiada que conversa grácilmente con su apuesto pretendiente, siempre discreta, buscando complacer, sin contradecir ni hablar demasiado fuerte.
Aprendió mucho de modales femeninos en las clases de urbanidad que recibió en la primaria elemental.
Carmelita sólo observa la situación, pues fue enviada por la madre de María Amparo únicamente para cuidar y supervisar a la joven casadera.